Parecen estáticos nos apretados andeis da biblioteca…
e pur si muoven. Unha forza misteriosa, que non son quen de controlar nin máis de vinte profesores de garda, despraza, corre, traspapela e recoloca os libros. Nos escasos ocos que deixaron esas 640 novidades de que falan as
estatísticas, agromou esta semana este libriño que chama á atención á vista:
Mitos de
Eduardo Galeano e ilustracións de
Elisa Arguilé.
Trátase dunha recreación de mitos indíxenas americanos escolmados para nenos da triloxía
Memoria del fuego escrita para adultos. Aínda que como confesa o escritor uruguaio no limiar:
“Los libros no creen en la edad. Según ellos, su propia edad, la edad de los libros, es un detalle que carece de importancia, y tampoco les importa ni un poquito la edad de los lectores.”
Este era un texto para o 8 de marzo, pero tamén se me moveron os días.
La autoridad En épocas remotas, las mujeres se sentaban en la proa de la canoa y os hombres en la popa. Eran las mujeres quienes cazaban y pescaban. Ellas salían de las aldeas y volvían cuando podían o querían. Los hombres montaban las chozas, preparaban la comida, mantenían encendidas las fogatas contra el frío, cuidaban a los hijos y curtían las pieles de abrigo. Así era la vida entre los indios onas y los yaganes, en la Tierra del Fuego, hasta que un día los hombres mataron a todas las mujeres y se pusieron las máscaras que las mujeres habían inventado para darles terror. Solamente las niñas recién nacidas se salvaron del exterminio. Mientras ellas crecían, los asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino. Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas.
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